martes, 9 de septiembre de 2014

Bajo la misma estrella: Capitulo 20

                                   CAPITULO 20

 

Una de las convenciones menos estúpidas sobre el género de los chicos con cáncer es la convención del Último buen día, donde la víctima de cáncer se encuentra a sí misma con algunas horas inesperadas donde parece que el inexorable decaimiento ha mejorado, o cuando el dolor es soportable por al menos un momento. El problema, por supuesto, es que no hay man...era de saber que ese buen día es tu último buen día. Entonces, es sólo otro día. Me había tomado un día libre de visitar a Augustus porque me sentía un poco indispuesta: nada específico, sólo cansada. Había sido un día perezoso cuando Augustus había llamado, justo después de las cinco de la tarde. Ya había conectado mi BiPAP, el cual habíamos arrastrado a la sala, así podía mirar tv con mamá y papá.
—Hola Augustus —dije.
Contestó con la voz de la que me había enamorado.
—Buenas tardes, Hazel Grace. ¿Crees que puedes encontrar tu camino hacia el Literal corazón de Jesús, a las ocho p.m.?
—Uh, ¿sí?
—Excelente. También, si no es mucho problema, por favor prepara un elogio.
—Um —dije.
—Te amo —dijo.
—Y yo a ti —contesté. Luego el teléfono se cortó.
—Um —dije—. Tengo que ir al grupo de apoyo hoy a las ocho. Sesión de emergencia. Mamá puso la televisión en mudo.
—¿Está todo bien?

La miré por un segundo, mis cejas se levantaron.

—Supongo que es una pregunta retórica.
—Pero, ¿por qué habría...?
—Porque Gus me necesita por alguna razón. Está bien. Puedo manejar —jugué con el BiPAP, así mamá me lo quitaría, pero no lo hizo—. Hazel —dijo—, tu padre y yo sentimos que apenas te vemos.
—Particularmente, aquellos que trabajamos toda la semana —dijo papá.
—Me necesita —dije, finalmente sacándome yo misma el BiPAP.
—Nosotros también te necesitamos —dijo mi papá. Tomó mi muñeca, como si fuera una niña de dos años corriendo por la calle, y me apretó.
—Bueno, entonces ten una enfermedad terminal papá, y entonces estaré más en casa.
—Hazel —dijo mi papá.
—Tú fuiste la que no quiso que sea una persona hogareña —le dije a ella. Papá todavía agarraba mi brazo—. Y ahora quieres que él continúe y muera, así yo volveré a estar encadenada en este lugar, dejando que me cuides como solías hacer. Pero no lo necesito, mamá. No te necesito como antes. Tú e re s la que necesita conseguirse una vida.
—¡Hazel! —dijo papá, apretándome más fuerte—. Discúlpate con tu mamá.

Yo tiraba de mi brazo, pero él no me dejaría ir y no podía ponerme mi cánula con sólo una mano. Era exasperante. Todo lo que quería era una antigua salida de adolescente, salir pisando fuerte del cuarto, cerrar de golpe la puerta de mi dormitorio y subir el volumen a The Hectic Glow y escribir un elogio con furia. Pero no podía, porque no podía respirar.

—La cánula —gemí—, la necesito.

Mi papá inmediatamente me soltó y se precipitó a conectarme con el oxígeno. Podía ver la culpa en sus ojos, pero todavía estaba enfadado.
—Hazel, discúlpate con tu mamá.
—Está bien, lo siento, sólo por favor déjenme hacer esto.

No dijeron nada. Mamá sólo se sentó con los brazos cruzados, sin siquiera mirarme. Después de un rato, me levanté y fui a mi cuarto a escribir sobre Augustus. Tanto mamá como papá trataron varias veces de golpear la puerta o lo que fuera, pero sólo les dije que estaba haciendo algo importante. Me tomó muchísimo entender lo que quería decir, e incluso en ese momento no estaba feliz con ello. Antes de, técnicamente, terminar, me di cuenta de que eran las 7:40, lo cual significaba que llegaría tarde, incluso si no me cambiaba. Finalmente usé unos pantalones de pijama de algodón azul, una camisa de Gus Butler y chancletas. Caminé fuera de mi habitación y traté de salir pero mi papá me dijo:
—No puedes dejar la casa sin permiso.
—Oh, por Dios, papá… él quería que le escriba un elo gio ¿está bien? Estaré en casa todos los días. Noches. Enloqueciendo, partiendo de cualquiera de cualquier día ahora ¿vale? —eso finalmente los hizo callar. Me tomó todo el viaje calmarme sobre mis padres. Me detuve en la parte trasera de la iglesia y aparqué en la entrada para vehículos detrás del coche de Augustus. La puerta trasera de la iglesia estaba siendo abierta, sostenida por una piedra del tamaño de un puño. Adentro, pensé en usar las escaleras pero decidí esperar por el antiguo ascensor. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, estaba en el cuarto del grupo de apoyo, las sillas acomodadas en el semicírculo. Pero ahora sólo vi a Gus en silla de ruedas macabramente flaco. Me enfrentaba desde el centro del círculo. Había estado esperando a que las puertas del ascensor se abrieran.
—Hazel Grace —dijo—, luces deslumbrante.
—Lo sé, ¿cierto?

Escuché un andar en la esquina oscura de la habitación. Isaac estaba parado detrás de un pequeño atril de madera, sosteniéndose de él.
—¿Quieres sentarte? —pregunté.
—No, estoy a punto de elogiar. Llegas tarde.
—Tú vas... yo voy... ¿qué?

Gus me hizo un gesto para que me sentara. Empujé la silla hacia el centro del círculo con él mientras giraba la silla para enfrentar a Isaac.
—Quiero asistir a mi entierro —dijo Gus—. A propósito ¿hablarás en él?
—Um, por supuesto, sí —dije, dejando que mi cabeza caiga en su hombro. Me estiré por su espalda y lo abracé a él y a su silla de ruedas. Se estremeció. Lo solté.
—Impresionante —dijo—. Espero poder asistir como un fantasma, pero sólo para asegurarme pensé que... bueno, para no ponerlos en el terreno, esta tarde sólo pensé que podría arreglar un pre-funeral e imaginé que como estoy con un espíritu razonablemente bueno, no hay tiempo como el presente.
—¿Cómo entraste aquí? —le pregunté.
—¿Creerías que dejan la puerta abierta toda la noche? —preguntó Gus.
—Um, no —dije.
—Tampoco deberías —sonrió Gus—. De todos modos, sé que es un poco auto agrandarse.
—Oye, estás robando mi primer elogio —dijo Isaac—. Mi primer parte sobre cómo eras un bastardo que se auto agrandaba.

Reí.

—Está bien, está bien —dijo Gus—. Es tu tiempo. ...

Isaac aclaró su garganta.

—Augustus Waters era un bastardo auto agrandado. Pero lo perdonamos. Lo perdonamos no porque tenía un corazón tan metafóricamente bueno como su literal absorbida, o porque sabía más sobre cómo sostener un cigarrillo que cualquier no fumador en la historia, o porque tiene 18 años y debería haber tenido más.
—17 —lo corrigió Gus.
—Estoy asumiendo que tienes un poco de tiempo, bastardo interruptor. —Te estoy diciendo —continuó Isaac—, Augustus Waters hablaba tanto que interrumpe en su propio funeral. Y era pretencioso: dulce Jesucristo, ese chico nunca se enojó sin considerar las abundantes metáforas resonantes de la pérdida de producción de los humanos. Y era vanidoso: no creo alguna vez haber conocido a una persona físicamente atractiva que fuera más consciente de su atractivo físico… pero siempre diré esto: cuando los científicos del futuro aparezcan en mi casa con ojos robots y me digan que los pruebe, les diré a ellos que se desenrosquen, porque no quiero ver a un mundo sin él. En este punto, estaba a punto de llorar.
—Y luego, habiendo hecho mi punto retórico, me pondré mis ojos robóticos porque con ellos probablemente puedas ver a través de las faldas de las chicas y esas cosas. Augustus, mi amigo, buen viaje. Augustus asintió por un momento, sus labios se fruncieron y luego levantó sus pulgares hacia Isaac. Después de recuperar su compostura, agregó:
—Cortaré la parte sobre ver a través de las faldas de las chicas.
Isaac todavía se agarraba del atril. Empezó a llorar. Presionó su frente contra el podio y miré a sus hombros temblar, y luego, finalmente dijo:
—Maldito Augustus, editando su propio elogio.
—No maldigas en el corazón literal de Jesús —dijo Gus.
—Maldito —dijo de nuevo Isaac. Levantó su cabeza y tragó—. Hazel ¿puedes darme una mano aquí?
Había olvidado que él no podía regresar por su cuenta al círculo. Me levanté, puse su mano en mi brazo y lo llevé despacio hacia la silla al lado de Gus, donde había estado sentada. Luego caminé hacia el podio y saqué el papel donde había impreso mi elogio.
—Mi nombre es Hazel. Augustus Waters fue el gran amor de mi vida. La nuestra fue una épica historia de amor y no seré capaz de pronunciar una o dos oraciones sin desaparecer en un mar de lágrimas. Gus sabía. Gus sabe. No les diré nuestra historia de amor porque, como toda verdadera historia de amor, morirá con nosotros, como debe. Había esperado que me elogiara a mí, porque no hay nadie a quien preferiría tener que...
—comencé a llorar—. Está bien, cómo no llorar. Cómo voy a... bien. Bien. Respiré varias veces y regresé a la página. —No puedo hablar sobre nuestra historia de amor, así que hablaré sobre matemáticas. No soy una matemática, pero sé esto: hay infinitos números entre el 0 y el 1. Hay .1 y .12 y .112 y una infinita colección de otros. Por supuesto, hay una colección más grande de números entre 0 y 2 o entre 0 y un millón. Algunos infinitos son más grandes que otros. Un escritor que nos gustaba nos enseñó eso.
—Hay días, muchos de ellos, cuando me resiento por el infinito. Quiero más números de los que soy capaz de conseguir, y Dios, quiero más números para Augustus Waters de los que tiene. Pero, Gus, mi amor, no puedo decir cuán agradecida estoy por nuestro pequeño infinito. No lo comercializaría con el mundo. Me diste un para siempre dentro de los días numerados y estoy agradecida.

1 comentario:

  1. No me digaz que se acaba aqui como la historia de Anna, que el Van H... no quiso terminar ???????

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