martes, 16 de septiembre de 2014

hus, hush: Capitulo 2

 
Capítulo 2
Mi madre y yo vivimos en una granja del siglo XVIII llena de corrientes de aire a las afueras de Coldwater. Es la única casa en Hawthorne Lane, y los vecinos más cercanos están a más de un kilómetro de distancia. A veces me pregunto si el constructor original se dio cuenta de que de todos los solares disponibles, eligió construir la casa en medio de una misteriosa inversión atmosférica ...
que parece aspirar toda la niebla de la costa de Maine y trasplantarla a nuestro jardín. La casa estaba en este momento velada en unas sombras que parecían espíritus escapados y merodeadores.
Me pasé la tarde plantada en un taburete de bar en la cocina en compañía de los deberes de álgebra y Dorothea, nuestra ama de llaves. Mi madre trabaja para la Compañía de Subastas Hugo Renaldi, coordinando subastas de propiedades y antigüedades a lo largo de toda la Costa Este. Esta semana estaba en Charleston, Carolina del Sur. Su trabajo requería muchos viajes, y pagaba a Dorothea para cocinar y limpiar, pero yo estaba bastante segura de que el contrato de Dorothea incluía el mantener un ojo atento y parental pendiente de mí.
— ¿Qué tal el colegio? —Preguntó Dorothea con un ligero acento alemán. Estaba en el fregadero, frotando una lasaña de una cacerola.
—Cambiamos de compañero en Biología.
— ¿Esto es algo bueno, o algo malo?
—Vee era mi antigua compañera.
—Hum. —Restregó con más vigor, y la carne de la parte superior del brazo de Dorothea tembló —Algo malo, entonces —Suspiré, de acuerdo —Háblame de la nueva compañera. ¿Cómo es esta chica?
—Es alto, moreno e irritante. —E inquietantemente cerrado. Los ojos de Patch eran esferas negras. Absorbiéndolo todo y no ofreciendo nada. No es que yo quisiera saber más sobre Patch. Ya que no me había gustado lo que había visto en la superficie, dudaba que me fuera a gustar lo que se escondía en la profundidad. Solo que esto no era exactamente cierto. Me gustaba mucho de lo que había visto. Músculos largos y esbeltos a lo largo de sus brazos, hombros anchos pero relajados, y una sonrisa que era en parte juguetona y en parte seductora. Estaba en una alianza insegura conmigo misma, intentando ignorar lo que había empezado a encontrar irresistible. A las nueve en punto Dorothea terminó su tarde y cerró con llave al salir. Como adiós, encendí y apagué las luces del porche dos veces; debieron de penetrar en la niebla, porque ella respondió con un bocinazo. Estaba sola. Hice inventario de los sentimientos en mi interior. No tenía hambre. No estaba cansada. Ni siquiera estaba tan sola. Pero sí estaba un poco nerviosa por mis deberes de Biología. Le había dicho a Patch que no iba a llamar, y seis horas atrás lo decía en serio. Todo en lo que podía pensar ahora era que no quería suspender. La Biología era mi asignatura más dura. Mi nota vacilaba problemáticamente entre un sobresaliente y un notable. En mi mente, ésa era la diferencia entre una beca parcial y una completa en mi futuro. Fui a la cocina y descolgué el teléfono. Miré lo que quedaba de los siete dígitos todavía tatuados en mi mano. Secretamente, esperaba que Patch no respondiera a mi llamada. Si no estaba disponible o cooperador con los trabajos, eran pruebas que podía usar en su contra para convencer al Entrenador para que deshiciera la asignación de asientos. Sintiéndome con esperanzas, tecleé su número. Patch respondió al tercer toque.
— ¿Qué pasa? —En un tono práctico dije.
—Estoy llamando para ver si podemos vernos esta noche. Sé que dijiste que estabas ocupado, pero…
—Nora. —Patch dijo mi nombre como si fuera el broche final de un chiste —Creí que no ibas a llamar. Nunca.
Odiaba estar tragándome mis palabras. Odiaba a Patch por restregármelo. Odiaba al Entrenador y a sus locos trabajos. Abrí la boca, con la esperanza de que saliera algo inteligente.
—Bueno. ¿Podemos vernos o no?
—Resulta que no puedo.
— ¿No puedes, o no quieres?
—Estoy en medio de una partida de billar. —Oí la sonrisa en su voz —Una partida de billar importante.
Por los ruidos de fondo que oía de su lado, creía que estaba diciendo la verdad sobre la partida de billar. El si era o no más importante que mi trabajo era un tema para debate.
— ¿Dónde estás? —Pregunté.
—El Arcade de Bo. No es tu tipo de sitio.
—Entonces hagamos la entrevista por teléfono. Tengo una lista de preguntas justo…— Me colgó. Me quedé mirando al teléfono con incredulidad, después arranqué de mi libreta una hoja de papel en blanco. Garabateé Cretino en la primera línea. En la línea debajo de ésa añadí, Fuma puros. Morirá de cáncer de pulmón. Ojalá que pronto. Excelente forma física. Inmediatamente taché la última observación hasta que fue ilegible. El reloj del microondas pasó a anunciar las 9:05. Tal y como yo lo veía, tenía dos opciones. O bien inventaba mi entrevista con Patch, o bien conducía hasta el Arcade de Bo. La primera opción tal vez fuera tentadora, si tan solo pudiera bloquear la voz del Entrenador advirtiendo que revisaría todas las respuestas en busca de autenticidad. No sabía lo suficiente sobre Patch como para lanzarme el farol de una entrevista completa. ¿Y la segunda opción? Nada tentadora, ni en lo más mínimo. Retrasé el tomar una decisión lo bastante como para llamar a mi madre. Parte de nuestro acuerdo para que ella trabajara y viajara tanto era que actuara con responsabilidad y no fuera el tipo de hija que requiere supervisión constante. Me gustaba mi libertad, y no quería hacer nada para darle a mi madre una razón para aceptar una reducción de sueldo y tomar un trabajo local para mantenerme un ojo encima. En el cuarto toque, su buzón de voz tomo la llamada.
—Soy yo. —Dije —Solo llamaba para ver qué tal. Tengo unos deberes de Biología que terminar, después me voy a la cama. Llámame mañana en la comida, si quieres. Te quiero.
Después de colgar, encontré una moneda de veinticinco centavos en el cajón de la cocina. Mejor dejarle al destino las decisiones complicadas.
—Si es cara voy. —Le dije al perfil de George Washington —Si es cruz me quedo.
Lancé la moneda al aire, la paré contra el dorso de mi mano y osé echarle un vistazo. Mi corazón estrujó un latido extra, y me dije a mí misma que no estaba segura de lo que eso significaba.
—Ahora no está en mis manos. —Dije.
Decidida a acabar con esto tan rápido como fuera posible, agarré un mapa de la nevera, tome mis llaves, y eché atrás mi Fiat Spider por el camino que llevaba a la carretera. El coche probablemente había sido una monada en 1979, pero no me entusiasmaba demasiado la pintura marrón chocolate, el óxido extendiéndose sin control por el parachoques trasero, y los asientos blancos de cuero agrietado. El Arcade de Bo resultó estar más lejos de lo que me habría gustado, situado cerca de la costa, a treinta minutos en coche. Con el mapa estirado contra el volante, metí el Fiat en el aparcamiento detrás de un edificio de bloques grises con una señal eléctrica centelleando “EL ARCADE DE BO, LOCO PAINTBALL NEGRO Y LA SALA DE BILLAR DE OZZ”. Grafitis salpicaban las paredes, y había colillas por todo el suelo. Claramente el local de Bo no estaba lleno de futuros alumnos de las mejores universidades y ciudadanos modelo. Intenté mantener mis pensamientos altaneros y despreocupados, pero mi estómago se sentía un poco incómodo. Revisando que hubiera cerrado todas las puertas, entré. Me coloqué en la fila, esperando a pasar las cuerdas. Mientras el grupo delante de mí pagaba, me escurrí por en medio andando hacia el laberinto de sirenas a todo volumen y luces centelleantes.
— ¿Crees que te mereces una entrada gratuita? —Aulló una voz endurecida por el humo. Me di la vuelta y parpadeé al cajero sobre—tatuado. Dije.
—No estoy aquí para jugar. Estoy buscando a alguien.
Gruñó.
—Si quieres pasar por delante de mí, pagas. —Puso las palmas sobre el mostrador, donde una tabla de precios había sido pegada con celo, mostrando que debía quince dólares.
Solo efectivo. No tenía efectivo. E incluso si tuviera, no lo habría gastado para pasar unos pocos minutos interrogando a Patch sobre su vida personal. Sentí cómo me enfadaba al pensar en la asignación de asientos y por tener que estar aquí, en primer lugar. Solo tenía que encontrar a Patch, después podríamos mantener la entrevista fuera. No había conducido hasta aquí para volver con las manos vacías.
—Si no estoy de vuelta en dos minutos, pagaré los quince dólares. —Dije. Antes de poder ejercitar un mejor juicio o reunir un poco más de paciencia, hice algo totalmente fuera de sitio y me colé entre las cuerdas. No me detuve ahí. Me apresuré a través del arcade, manteniendo los ojos bien abiertos en busca de Patch. Me dije a mí misma que no me podía creer que estuviera haciendo esto, pero era como una bola de nieve, ganando velocidad y fuerza. Llegados a este punto sólo quería encontrar a Patch y salir de allí. El cajero me siguió, gritando.
— ¡Eh! Segura de que Patch no estaba en el piso principal.
Corrí abajo, siguiendo señales para la Sala de Billar de Ozz. Al final de las escaleras, una luz tenue iluminaba varias mesas de póker, todas en uso. Humo de puro casi tan espeso como la niebla envolviendo mi casa nublaba el techo bajo. Situadas entre las mesas de póker y el bar había una fila de mesas de billar. Patch estaba estirado a través de la que estaba más lejos de mí, intentando un tiro complicado.
— ¡Patch! —Grité.
Justo cuando hablé, disparó hacia delante su palo de billar clavándolo en el tapete. Su cabeza se levantó de repente. Se me quedó mirando con una mezcla de sorpresa y curiosidad. El cajero bajó ruidosamente por las escaleras, detrás de mí, atrapando mi hombro en su mano.
—Arriba. Ahora. La boca de Patch se movió formando otra sonrisa que apenas estaba ahí. Difícil decir si era burlona o amistosa.
—Ella está conmigo.
Esto pareció tener algún poder con el cajero, que aflojó su agarre. Antes de que pudiera cambiar de idea, me sacudí su mano y zigzagueé entre las mesas hacia Patch. Di los primeros pasos amplios y seguros, pero encontré que mi confianza desaparecía a medida que me acercaba a él. Fui consciente de inmediato de que había algo diferente en él. No podía captar exactamente qué, pero podía sentirlo como electricidad. ¿Más animosidad? Más confianza. Más libertad para ser él mismo. Y esos ojos negros me estaban llegando. Eran como imanes aferrándose a cada movimiento mío. Tragué saliva discretamente e intenté ignorar la danza nerviosa de mi estómago. No podía captar exactamente qué, pero algo en Patch no estaba bien. Algo en él no era normal. Algo no era… seguro.
—Perdón por colgar. —Dijo Patch viniendo a mi lado —La cobertura no es genial aquí abajo.
Sí, claro. Con un giro de cabeza, Patch les indicó a los demás que se fueran. Hubo un silencio incómodo antes de que nadie se moviera. El primer hombre en marcharse me golpeó el hombro al pasar. Retrocedí un paso para recuperar el equilibrio y alcé la vista justo a tiempo para recibir las frías miradas de los otros dos jugadores mientras se iban. Genial. No era culpa mía el que Patch fuera mi compañero.
— ¿Bola ocho? —Le pregunté alzando las cejas e intentando sonar completamente segura de mí misma, de mi entorno. Tal vez él tuviera razón y el Arcade de Bo no fuera mi tipo de sitio. Eso no quería decir que fuera a salir disparada hacia las puertas.
— ¿Cómo están de altas las apuestas?
Su sonrisa se amplió. Esta vez estaba bastante segura de que se estaba burlando de mí.
—No jugamos por dinero.
Dejé mi bolso en el borde de la mesa.
—Qué mal. Iba a apostar todo lo que tengo en tu contra. —Levanté mi trabajo, dos líneas ya completas —Unas pocas preguntas rápidas y me voy.
— ¿Cretino? —Patch leyó en voz alta, apoyándose en su palo de billar — ¿Cáncer de pulmón? ¿Se supone que eso es profético?
Abaniqué el trabajo en el aire.
—Asumo que contribuyes a la atmósfera. ¿Cuántos puros por noche? ¿Uno? ¿Dos?
—No fumo. —Sonaba sincero, pero no me lo tragué.
—Mmm —Dije colocando el papel entre la bola ocho y la morada lisa. Empujé accidentalmente la morada lisa al escribir Definitivamente puros en la línea tres.
—Estás estropeando el juego. —Dijo Patch, todavía sonriendo. Lo miré a los ojos y no pude evitar igualar su sonrisa brevemente.
—Espero que no en tu favor. ¿Tu mayor sueño?
Estaba orgullosa de ésa porque sabía que le bajaría los humos. Requería reflexionar.
—Besarte. —Eso no es gracioso. —Dije, sosteniéndole la mirada, agradecida por no haber tartamudeado.
—No, pero te hizo ruborizar.
Me impulsé sobre el lateral de la mesa, tratando de parecer imperturbable mientras lo hacía. Crucé las piernas, usando la rodilla como tablero de escritura.
— ¿Trabajas?
—Limpio mesas en el Borderline. El mejor mexicano en la ciudad.
— ¿Religión?
No pareció sorprendido por la pregunta, pero tampoco pareció entusiasmado por ella.
—Creí que habías dicho unas pocas preguntas rápidas. Ya estás en la número cuatro.
— ¿Religión? —Pregunté con más firmeza. Patch deslizó una mano pensativamente por la línea de su mandíbula.
—Religión no… culto.
— ¿Perteneces a un culto? —Me di cuenta demasiado tarde de que, aunque había sonado sorprendida, no habría debido.
—Y resulta que tengo necesidad de sacrificar a una mujer sana. Había planeado atraerla para que confiara en mí antes, pero si estás lista ahora…
Toda sonrisa que aún quedara en mi rostro desapareció.
—No me estás impresionando.
—Aún no he empezado a intentarlo.
Me bajé de la mesa y me planté delante de él. Era una, cabeza más alto que yo.
—Vee me dijo que vas al último curso. ¿Cuántas veces has suspendido la Biología de segundo año? ¿Una? ¿Dos?
—Vee no es mi portavoz.
— ¿Estás negando haber suspendido?
—Te estoy diciendo que no fui al instituto el año pasado. —Sus ojos se mofaban de mí. Eso solo me hizo más determinada.
— ¿Faltaste sin autorización?
Patch dejó su palo de billar sobre el tapete y me hizo un gesto con el dedo para que me acercara. No lo hice.
— ¿Un secreto? —Dijo en tono confidencial —Nunca antes he ido a la escuela. ¿Otro secreto? No es tan aburrida como esperaba.
Estaba mintiendo. Todo el mundo iba a la escuela. Había leyes. Estaba mintiendo para sacarme de quicio.
—Crees que estoy mintiendo. —Dijo alrededor de una sonrisa.
— ¿No has ido a la escuela, nunca? Si eso es cierto, y tienes razón, no creo que lo sea, ¿qué te decidió a venir este año?
—Tú.
El impulso de sentirme asustada palpitaba a través de mí, pero me dije a mí misma que eso era exactamente lo que Patch quería. Manteniéndome firme en el sitio, intenté en vez de eso actuar irritada. Aún así, me llevó un momento encontrar mi voz.
—Ésa no es una respuesta de verdad.
Debió de acercarse un paso, porque de pronto nuestros cuerpos estaban separados tan solo por nada más que un estrecho margen de aire.
—Tus ojos, Nora. Esos fríos ojos gris pálido son sorprendentemente irresistibles. —Inclinó la cabeza a un lado, como para estudiarme desde un nuevo ángulo —Y esa tremenda boca curva. Sorprendida no tanto por su comentario, sino porque una parte de mí respondiera positivamente a él, me aparté.
—Eso es suficiente. Me voy.
Pero tan pronto como las palabras estuvieron fuera de mi boca, sabía que no eran ciertas. Sentía la necesidad de decir algo más. Escogiendo entre los pensamientos enredados en mi mente, intenté encontrar qué era lo que sentía que tenía que decir. ¿Por qué era tan desdeñoso, y por qué actuaba como si yo hubiera hecho algo para merecérmelo?
—Pareces saber mucho sobre mí. —Dije, haciendo la subestimación del año —Más de lo que deberías. Pareces saber exactamente qué decir para ponerme incómoda.
—Me lo pones fácil.
Se disparó una chispa de furia en mi interior.
— ¿Admites que estás haciendo esto a propósito?
— ¿Esto?
—Esto. Provocarme.
—Di “provocar” otra vez. Tu boca se ve provocadora cuando lo haces.
—Hemos terminado. Termina tu partida de billar. —Agarré su palo de billar de la mesa y lo empujé hacia él. No lo tomo.
—No me gusta sentarme a tu lado. —Dije —No me gusta ser tu compañera. No me gusta tu sonrisa condescendiente. —Mi mandíbula se apretó, algo que normalmente pasaba solo cuando mentía. Me pregunté si estaba mintiendo ahora. Si era así, quería pegarme una patada —No me gustas tú. —Dije tan convincentemente como pude, y empujé con fuerza el palo contra su pecho.
—Me alegro de que el Entrenador nos pusiera juntos. —Dijo.
Detecté una levísima ironía en la palabra “Entrenador”, pero no pude interpretar ningún significado oculto. Esta vez sí tomo el palo de billar.
—Estoy trabajando para cambiar eso. —Repliqué.
Patch pensaba que esto era tan gracioso que enseñó los dientes en la sonrisa. Alzó la mano hacia mí, y antes de que pudiera apartarme, desenredó algo de entre mi pelo.
—Un papel. —Explicó, dejándolo caer al suelo. Al alzar la mano, vi una marca en la cara interna de su muñeca. Al principio asumí que era un tatuaje, pero un segundo vistazo reveló una marca de nacimiento marrón rojiza, algo levantada. Era de la forma de una salpicadura de pintura.
—Ése es un desafortunado sitio para una marca de nacimiento. —Dije, más que un poco molesta de que estuviera en un lugar tan similar al de mi propia marca. Patch se bajó la manga casual pero perceptiblemente sobre la muñeca.
— ¿La preferirías en algún lugar más privado?
—No la preferiría en ningún sitio. —No estaba segura de cómo sonaba esto y lo volví a intentar —No me importaría si no la tuvieras en absoluto. —Lo intenté por tercera vez —No me importa tu marca de nacimiento, punto.
— ¿Alguna pregunta más? —Preguntó — ¿Comentarios?
—No.
—Entonces, te veré en Bio.
Pensé en decirle que nunca me volvería a ver. Pero no iba a tragarme mis palabras dos veces en un día.
Más tarde esa noche un ¡crack! me sacó de mi sueño. Con la cara espachurrada contra mi almohada, me quedé quieta, todos mis sentidos en alerta máxima. Mi madre estaba fuera de la ciudad por lo menos una vez al mes por trabajo, así que estaba acostumbrada a dormir sola, y habían pasado meses desde que imaginara por última vez el sonido de pisadas por el pasillo hacia mi habitación. La verdad es que nunca me sentía completamente sola. Justo después de que mataran a mi padre de un tiro en Portland mientras compraba el regalo de cumpleaños de mi madre, una extraña presencia entró en mi vida. Como si alguien estuviera orbitando en mi mundo, observando desde una distancia. Al principio la presencia fantasma me había aterrorizado, pero cuando nada malo vino de ella, perdí la ansiedad. Empecé a preguntarme si habría algún propósito cósmico por la forma como me estaba sintiendo. Tal vez el espíritu de mi padre estaba cerca. El pensamiento solía ser reconfortante, pero esta noche era diferente. La presencia se sentía como hielo sobre la piel. Girando la cabeza un poco, vi una forma de sombras estirarse por mi suelo. Me giré rápidamente para mirar la ventana, el blanquecino rayo de luna era la única luz en la habitación capaz de formar una sombra. Pero allí no había nada. Apreté con fuerza la almohada contra mí y me dije que era una nube pasando sobre la luna. O un trozo de basura volando en el viento. Aún así, me pasé los siguientes minutos esperando a que se me calmara el pulso. Para cuando reuní el valor para salir de la cama, el jardín debajo de mi habitación estaba silencioso y quieto. El único sonido procedía de tres ramas rozando contra la casa, y de mi propio corazón atronando contra mi piel.

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